jueves, 28 de julio de 2011

Cuestionario sobre un libro elegido por el alumno

Los alumnos de 1º ESB han seleccionado un libro de la biblioteca, la única condición que se le daba es que fuera de ficción.
Este es el cuestionario que tienen que responder sobre él:

Ficha técnica del libro elegido:
1. Título y autor.
2. Datos sobre el ejemplar que han sacado de la biblioteca: editorial, año de publicación, ciudad en la que se publicó. Si es una obra traducida de otro idioma, nombre del traductor.
(El libro que has sacado de la biblioteca tiene en el lomo una etiquetita con una clave, suele estar formada por alguna letra y números, escribe también en este punto, ese código)
Sobre el autor del libro elegido:
3. ¿En qué época vivió? ¿En qué país nació? Fecha del nacimiento y de la muerte (en caso de que haya muerto, claro).
4. Una vez que sepas en qué época vivió, busca información sobre qué movimiento literario o artístico había en esa época.
Sobre el contenido de la obra elegida:
5. ¿Qué tipo de texto es? (narración, teatro, poesía). Si es narración, ¿es una selección de cuentos o es una novela? Si es teatro ¿Es tragedia o es comedia? Razona las respuestas.
6. Señala los personajes principales y los personajes secundarios, distinguiéndolos en dos grupos (uno, para los principales; otro, para los secundarios)
7. Cuenta con tus palabras (en no más de 10 líneas) qué pasa en la obra (recuerda que debe haber una presentación, un nudo y un desenlace).
Sobre la lengua en la obra:
8. Extrae de la obra 10 sustantivos, 10 adjetivos y 10 pronombres. Luego, analízalos (indica qué tipo de sustantivos, adjetivos o pronombres son, tal como lo hemos hecho en clase).
9. Extrae de la obra 15 formas verbales, en modo indicativo, e indica en qué tiempo están. ¿La obra cuenta una historia pasada, presente o futura? ¿Cómo se nota eso en los verbos empleados?
Conclusión:
10. Imagina un final diferente para la obra que has elegido, no debe estar muy ampliado, con unas 10 líneas es suficiente.

Fecha última de entrega: 18 de agosto (jueves). Si lo tienen antes, mejor.

martes, 26 de julio de 2011

El gato negro de E. Allan Poe


(El comentario adjunto ha sido extraído de http://www.galeon.com/letrasperdidas/critica18.htm)
"EL GATO NEGRO" DE EDGAR ALLAN POE (EEUU).
Cuando escuchamos el testimonio de una persona, esperamos algo ceñido a los cánones del diario íntimo. Es decir, no esperamos el parte policial, la descripción de lo acontecido de manera objetiva. Pretendemos escuchar el sentimiento, las sensaciones e imágenes que pasaron por el corazón y la cabeza de la persona cuando los hechos ocurrían. Más aún si se trata asuntos en los cuales esa persona tuvo una participación directa. Creemos que alguien que todavía tiene sentimientos es alguien que todavía tiene salvación. Nuestra "humanidad" queda perfilada bajo el signo de la emoción. La caída, el deterioro de un ser humano que se vuelve una bestia, queda irremediablemente constituido cuando el sujeto ha olvidado sus emociones más humanas, esas que nos abren una reino especial apartándonos de lo animal.
El cuento de Poe es el cuento de la degradación de un hombre. Un lector desatento, esto es, que atienda solamente a lo que un escritor explicita como parte de la trama, se inclinará a afirmar que la causa de esa degradación moral es el alcohol. Por cierto que ese es, sin lugar a dudas, la excusa literaria para dar verosimilitud al comportamiento del personaje. Pero si algo hay de horror en este cuento es el relato impasible de los sucesos, el recuento de "una sucesión de causas y efectos naturales". El verdadero horror no está en lo que es hecho por el personaje, sino en la manera en que se asume lo que fue hecho. Lo que nos enfrenta a un monstruo en este caso es falta de sentimientos frente a lo que fue realizado. El drama profundo de este personaje no está directamente en el orden del hacer, sino en cómo el sujeto parece haber asistido a sus propios actos, como un observador, como algo sin control, como algo natural a la manera de un tick o un suceso totalmente justificable. La ausencia de un contenido moral en la descripción de las acciones constituye el drama moral de este cuento, y en general de los cuentos de Poe. Sí, claro que el personaje dice que se avergüenza, que se estremece al recordar como vació el ojo de su gato con un cortaplumas. Pero se trata de un estremecimiento sin consecuencias, tanto como era un "débil e inestable pensamiento" el que lo asaltó al otro día de cometer ese acto. Sus sentimientos de dolor son meramente conceptuales, abstractos, delgados, sin espesor moral.
Y lo que fascina, tanto como aterroriza, es que el sujeto es plenamente consciente de su tragedia. No en vano dice que no espera "ni remotamente que se conceda el menor crédito a la extraña, aunque familiar historia que voy a relatar". Extraña y familiar, he ahí dos calificativos que muestran esa naturalidad horrorosa con que los crímenes serán cometidos y no podrán ser explicados cabalmente. Tanto así que el personaje debe dejar consignado que no está loco ni se trató de un sueño.
Por lo tanto esta confesión no tiene otra virtud que la de aliviar el alma. Pero cuidado, no estamos en la época de Platón. Los griegos, creyentes de una unidad sustancial en todo el género humano (y en cualquier otra forma individuada de una sustancia) podían pensar que la filosofía era un diálogo del alma consigo misma, como bellamente la definió el más recordado de los discípulos de Sócrates. Nosotros (y en esto somos contemporáneos de Poe) no vemos en el otro sino una alteridad radical. Por lo tanto al confesarnos públicamente no estamos descubriendo, sino haciendo público algo que ya se ha asumido. El personaje de este cuento no se vuelve consciente de sus actos y de su degradación moral al contarnos lo que nos va a contar, nos cuenta porque ya es consciente de la clase de monstruo en que se ha convertido. Y sólo cuando esa aceptación tuvo lugar ocurre el relato, como forma final de hacer que la imagen pública pueda coincidir con la imagen privada que se tiene de uno mismo.
La confesión no puede tener otra forma que un rosario de causas y efectos naturales puesto que el sujeto no puede realmente comprender cómo han llegado a ocurrir las cosas. Y su no comprensión es parte de ese horror de haber perdido lo que lo ligaba a las mejores tradiciones del género humano. La verdadera tortura que estos hechos le han causado deviene de que le han hecho tener que asumir que pertenecen al orden de lo animal. No hay nada más terrible que asistir a nuestra vida como quien asiste a una película, a algo que ocurre sin control ni reflexión ninguna. No en vano este ha sido un tópico que ha cruzado la literatura constantemente. Me vienen ahora a la mente Kafka y Arlt, por no citar más que dos bellos ejemplos de ese testimonio.
El personaje ha tenido una vida tranquila, sin sobresaltos. Una vida que podemos, sin dudar, considerar de dichosa. Desde niño ha sido tierno, seguramente con una bonita infancia. Su cariño se extendió también hacia los animales llegando a tenerlos de varias especies. No menor en su conteo de su vida afortunada es el de haber encontrado una esposa a la que también le gustaban las mascotas. ¿Por qué, entonces, el hombre persistirá en destruir todo eso? ¿Por qué su ira será mayor tanto con su esposa, a quien asesina, como hacia su gato negro, a quien vacía un ojo, siendo que aquella era la mujer que amaba y éste su amigo y camarada, como él mismo lo llama? Insisto aquí en que señalar el alcohol es solo señalar el mango del cuchillo, no la hoja.
¿Por qué un hombre intenta la aniquilación de aquello que ha sido lo principal de su vida en vez de aferrarse a ello para salir adelante? Esta pregunta pierde de vista lo principal: el sujeto ya no es el mismo. Sí, claro que tiene el mismo nombre, el mismo domicilio y algunos de sus hábitos se mantienen de manera tal que podamos asignar una identidad, poniendo el amor y la aniquilación como parte del mismo personaje. Pero en el fondo, la pregunta confunde identidad civil con identidad psicológica. Desde éste último punto de vista el sujeto no es el mismo y por lo tanto su mujer y su gato ya no son parte de su vida sino signos de una vida pasada, de una vida imposible.
Hay un momento en la degradación, en la caída, en que se siente no que se ha tocado fondo, sino que ya no se puede volver a subir. Ese es el momento en que se sabe que ya no hay marcha atrás, que ya no se puede ser el que se era antes. Y por lo tanto, se llega a odiar a todo lo que pertenece a esa vida anterior, en tanto nos comprueba diariamente que somos indignos de ellas. En definitiva nos obliga a asumir que estamos desheredados de nuestros sueños. Por lo tanto, sólo borrando esos signos podemos tener la esperanza de reconstituir nuestra historia, como una historia de posibilidades. Se trata de borrar la existencia de su mujer y su gato porque le recuerdan permanentemente que ellos son inocentes, que ellos no le han dado motivo alguna de ira o disgusto y en cambio sí él a ellos. Los elimina porque son el espejo inocente donde se refleja su barbarie.
Sin embargo un hombre nunca logra desembarazarse de su pasado, de la identidad que hace que los hechos por él vividos tengan consecuencias que le pertenecen. Así es como el gato que mató deja un sobrenatural signo marcado sobre las paredes que quedaron en pie del incendio de la casa. Pero como no solo nos ligamos a las cosas por el amor, sino también por el odio, el sujeto consigue otro gato que tiene dos particularidades siniestras: le falta un ojo —tal como le faltaría al gato negro que antes mató— y tiene un dibujo blanco que con el tiempo descubre que es el de una horca —objeto con el que matara al primer gato.
Sin embargo aquello que él pretende eliminar se transformará en la causa de su perdición. Y sin duda el factor que mayor papel juega en ello es la soberbia del personaje. Una soberbia que lo había llevado a cometer un crimen atroz con su primer gato, Plutón, porque de esa manera "cometía un pecado mortal" que lo colocaba fuera del alcance "de la misericordia infinita del Dios misericordioso y terrible". Para quien no puede causar la vida, dar la muerte es convertirse un poco en Dios, y convertirse en Dios es desplazar a Dios, desafiarlo. Tal vez eso ocurre así porque solemos atribuir más la vida a causas biológicas de seres reales, mientras dejamos la muerte como potestad divina.
Será esa misma soberbia la que lo llevará a delatar su crimen, al golpear con el bastón sobre el tabique en la pared tras la cual estaba el cadáver de su esposa. Creyéndose impune no ve ningún peligro en ello, tratando de dejar constancia de su inocencia en los investigadores. Pero ha cometido un descuido y ha emparedado a su mujer junto con el gato sin ojo, el cual al maullar frente al golpe de bastón dado contra la pared que los ocultaba, delata al criminal.
Pero al relatar este evento, el personaje hace que el calificativo de "monstruo" pase de sí mismo al animal. Este pasaje de la adjetivación nos muestra que el calificar de horrendo sus actos era algo sin consecuencias morales, era algo así como el discurso esperado, y por eso inocuo. Sin embargo al decir que el monstruo es el delator abre un complejo sentimiento metafísico de terror. Y ese segundo gato, parece cobrar la forma de ser el primero (al que le quitó un ojo) y el dibujo de la horca sobre su piel es el signo que el personaje dejó sobre el felino. Por lo tanto ahora los dos gatos cobran una identidad mucho mayor que la meramente descripta hasta el momento. Y de alguna manera tienen el valor de instrumento no únicamente de la venganza propia del animal, sino de una especie de venganza divina. No solo se ha descripto dos muertes y una serie de eventos violentos como un sistema de causa efecto, sino que el destino del sujeto se describe ahora en esos términos. Lo "monstruoso" de ese animal emparedado es que es la realización lógica de un destino que el propio individuo causó, inconscientemente. Es la ciega fatalidad del hombre que hace su destino, inconscientemente, de manera terrible, lo que da ese último toque de íntimo pavor que parece inundar al personaje. Nuevamente quien narra ve la persistencia de los signos del destino, y no la causación del destino como un tema de responsabilidad humana. Esa pérdida del personaje de la medida en que un sujeto es artífice de su propia vida es parte de lo terrible del cuento.

JUAN CARLOS VALLEJO
15 de mayo de 2003

domingo, 17 de julio de 2011

Argumento de La fierecilla domada o La doma de la furia



Comedia temprana, escrita hacia 1593, y ubicada en Italia, como la mayoría de las comedias de éxito del momento, a pesar de que invierte el patrón común de la comedia amorosa al basarse no en el amor perseguido por los amantes, sino en la vida conyugal. Su estructura, también original, la componen tres elementos: una introducción, la trama principal (la ‘domesticación’ de Catalina) y la trama secundaria (los pretendientes de Blanca). En la introducción, Cristóbal Sly, un borrachín vagabundo, se queda dormido en una taberna, y es blanco de una burla urdida por un Lord y sus criados, que lo visten de aristócrata e intentan convencerlo de lo que no es. Ya en Padua, las dos tramas nos muestran a Bautista, prohombre local, preocupado por el futuro de sus dos hijas: Blanca, la menor, es dulce y está rodeada de admiradores, pero Bautista no consiente que se case mientras no lo haga la mayor, Catalina, a la que todos rehúyen por su mal genio y su afilada lengua. Petrucho accede a casarse con Catalina y la obra muestra cómo, con su excéntrico comportamiento, va ganándola para su causa. Al final aparecen como verdaderos amantes, mientras que Blanca hereda, hasta cierto punto, la lengua afilada de su hermana.
La fierecilla domada es una obra de espléndida efectividad en escena, pero incómoda en los tiempos actuales por la abierta misoginia que refleja. El parlamento final de Catalina, amoldándose a lo que se espera de ella, es especialmente difícil de digerir, sobre todo después de haberla conocido, en escenas anteriores, como mujer independiente, ingeniosa y de bastante más juicio que todos los demás personajes. Pero si las mujeres no quedan bien paradas en esta comedia, otro tanto sucede con los hombres: a todos los personajes masculinos se les satiriza sin compasión por su obsesión con el dinero (la dote de las hijas de Bautista) y su percepción exagerada del mal carácter de Catalina, quedando así en evidencia lo absurdo de su supremacía sobre las mujeres, así como de la consideración del matrimonio como un mero contrato.
Por otra parte, la introducción tiene la virtud de encuadrar la trama principal dentro de otra anterior y nos sitúa en el contexto del mundo al revés del carnaval y los festivales de Mayo. Desde este punto de vista, es posible leer La fierecilla domada simplemente como una farsa en la que todo está exagerado, y en la que se combina la educación sentimental de Ovidio con un tema tomado del folklore y de tradiciones tan antiguas como la que nos viene de Las mil y una noches.

(Natalia Carbajosa)
(extraído de http://www.elcoloquiodelosperros.net/numero24/hor24na.html )

La doma de la furia o La fierecilla domada

La fierecilla domada - William Shakespeare